El avance de la biología molecular ha transformado la manera en que comprendemos el cáncer. Hoy sabemos que algunas personas heredan cambios (mutaciones) en ciertos genes que pueden aumentar significativamente su riesgo de desarrollar determinados tipos de cáncer, como el de mama, ovario, colon o páncreas.
Entre los más conocidos se encuentran los genes BRCA1 y BRCA2, cuyas alteraciones están asociadas a un mayor riesgo de cáncer de mama y ovario. Sin embargo, existen muchos otros genes implicados en la susceptibilidad hereditaria al cáncer, y los estudios genéticos permiten detectarlos de manera temprana.
El papel del laboratorio bioquímico
Los laboratorios de análisis clínicos desempeñan un rol fundamental en este proceso. A través de técnicas especializadas, como la secuenciación genética y los paneles multigénicos, los profesionales bioquímicos analizan muestras de sangre, saliva o células epiteliales para identificar variaciones genéticas asociadas a un riesgo aumentado de cáncer.
Estos estudios no solo ayudan al diagnóstico, sino que también aportan información valiosa para la prevención personalizada, el seguimiento clínico y la toma de decisiones médicas.
Prevención y acompañamiento
Detectar una alteración genética no significa que la persona desarrollará cáncer, pero sí que su riesgo es mayor. Por eso, los resultados deben ser interpretados por un equipo interdisciplinario, en el que los bioquímicos aportan precisión científica y acompañan la tarea de médicos y genetistas para orientar las estrategias de prevención y control.
En este sentido, desde la Confederación Unificada Bioquímica de la República Argentina resaltamos el trabajo bioquímico, esencial para transformar la información genética en una herramienta concreta de prevención, diagnóstico precoz y salud personalizada.